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sábado, 1 de mayo de 2010

La Escuela: ¿Un archipiélago?


Isidoro Tapia García
Inspector de Educación

Érase una vez un perrito de grafito con las patas de goma. El perrito se rascó y el cuento se acabó.

Un centro educativo es un lugar donde trabajan un conjunto de profesionales prestando un servicio público que pretende en colaboración con las familias conseguir una buena educación. La Ley Orgánica de Educación nos dice que la educación es el medio más adecuado para construir su personalidad, desarrollar al máximo sus capacidades, conformar su propia identidad personal y configurar su comprensión de la realidad, integrando la dimensión cognoscitiva, la afectiva y la axiológica. Para la sociedad, la educación es el medio de transmitir y, al mismo tiempo, de renovar la cultura y el acervo de conocimientos y valores que la sustentan, de extraer las máximas posibilidades de sus fuentes de riqueza, de fomentar la convivencia democrática y el respeto a las diferencias individuales, de promover la solidaridad y evitar la discriminación, con el objetivo fundamental de lograr la necesaria cohesión social. Además, la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica, que resulta indispensable para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y justas. Por ese motivo, una buena educación es la mayor riqueza y el principal recurso de un país y de sus ciudadanos.

Esta finalidad que plantea la ley orgánica requiere un trabajo de colaboración entre el centro y las familias para conseguir el desarrollo completo y armónico de alumnos y alumnas. La Ley Orgánica del Derecho a la Educación ya planteaba en 1985 que los padres o tutores deben participar y apoyar la evolución del proceso educativo de sus hijos o tutelados, así como conocer las decisiones relativas a la evaluación y promoción y colaborar en las medidas de apoyo o refuerzo que adopten los centros para
facilitar su progreso educativo.

Esa colaboración no se puede conseguir sin compartir objetivos, sin compartir información, sin compartir todos los aspectos del trabajo del profesional que necesiten incidencia sobre el trabajo del alumno y alumna en casa. Desde la tutoría se debe informar a las familias de los trabajos que se están abordando, las dificultades que el alumno va encontrando, como se buscan esas soluciones y la colaboración que se requiere. También desde el equipo directivo se tiene que cuidar la información que se transmite a las familias para que estas compartan cualquier incidencia que influya sobre el trabajo de alumnos y alumnas y sobre su convivencia en el tiempo escolar. El Centro no puede olvidar que la razón de su existencia es la de educar a los alumnos y alumnas. Sin ellos ¿qué razón tienen para existir escuela y educadores?

Los centros escolares son instituciones que, por naturaleza, tienden a la estabilidad y a los que la inercia de prácticas asentadas hace resistentes al cambio. Las normas organizativas se suelen trasformar en rutinas defensivas protectoras que dificultan la mejora y el desarrollo de la institución. Los centros escolares –como organizaciones- están compuestos por un conjunto de patrones y rutinas que guían la conducta de sus miembros y ejercen una regulación invisible sobre sus acciones. Normalmente perviven los que han tenido más éxito, han dado mejores resultados o han aportado estabilidad y seguridad al trabajo de sus miembros. Por eso las propuestas de cambio, sobre todo las que vienen de fuera, se pueden recibir como una amenaza para el status quo y habitualmente suelen ser devoradas por los modos habituales de hacer característicos de la cultura escolar tradicional: individualismo del profesorado que convierte al centro en un archipiélago, en un conjunto de islas.

Esta actuación individualista fomenta la desmotivación, falta de apoyos mutuos entre los profesores. Acaba dominando la coordinación formal sobre la pedagógica, y convirtiendo a la dirección escolar como gerente de las rutinas establecidas...
Los alumnos están hoy mucho tiempo en el centro educativo y las familias esperan que en él exista un clima de amor y respeto que permita la convivencia y facilite las relaciones. Ese clima necesita colaboración entre todos los componentes de la Comunidad Educativa y sin información no puede existir una colaboración comprometida.

Naturalmente que esta colaboración es necesario que se acentúe entre los profesionales. Sobre el alumno o alumna actúan los maestros y maestras o los profesores y profesoras que le imparten clase. En determinadas actuaciones no puede recibir mensajes diferentes. Ni en las actitudes, ni en los procedimientos, ni en los
comportamientos debe existir descoordinación. No debe ser posible que un profesor pida escribir en lápiz y el otro lo prohíba, o en papel cuadriculado y el compañero en papel pautado, o una tolere comportamientos que el sentir general considera inadecuados y otro los castigue severamente.

Para evitar que esto ocurra se crean equipos que tienen que coordinarse. En éstos aspectos los equipos educativos tienen la misión de coordinar todos los aspectos educativos que inciden sobre alumnos y alumnas en clase. Pero también es necesario tomar decisiones sobre aspectos referidos al propio currículo que necesitan una continuidad. Es posible que un Centro decida aplicar una metodología diferente para el aprendizaje de un aspecto concreto del currículo (pongamos, el cálculo). La fluidez de la comunicación entre los profesionales obliga a que esta decisión sea conocida y respetada por todo el ciclo (para lo que existen equipos de ciclo) y por todo el centro (por ello tiene que funcionar un Equipo Técnico de Coordinación Pedagógica). Imaginemos una situación en la que un maestro o una maestra decide aplicar un sistema de aprendizaje del cálculo diferente. Esos alumnos y alumnas cuando cambian de ciclo, el maestro o maestra que los recibe tiene que respetar el procedimiento aprendido en el ciclo anterior y usarlo para profundizar en el aprendizaje de los alumnos y alumnas. Debía ser inimaginable una situación diferente. Debía ser inimaginable pensar que una escuela está constituida por un conjunto de islas(cada profesor, cada maestro) sin comunicación alguna. Marcharíamos hacia el naufragio de la finalidad de la misma: educar, conducir al alumno y a la alumna hacia su formación como ciudadano.

Cada alumno y alumna es un mundo y aunque se dice que cada maestrillo tiene su librillo, las decisiones que toma un centro están por encima de los deseos individuales de actuación de cada profesor o profesora. A veces se malinterpreta la libertad de cátedra recogida en el artículo 27 de la Constitución como la libertad de actuación cuando ya una sentencia del tribunal constitucional de la que fue ponente el malogrado Tomás y Valiente aclaraba que la libertad de cátedra afecta a la libertad de exposición del pensamiento científico y no a la libre actuación metodológica.

Hay una historia sobre le Arca de Noé que narra una situación que se produce en la misma. En la citada arca los animales llevaban tanto tiempo inactivos que empezaron a organizar juegos y actividades para divertirse. Pero no tuvieron mucho cuidado, y en uno de los juegos, un pájaro carpintero terminó haciendo un agujero en el fondo del arca.El agujero empezó a crecer, y en poco tiempo comenzó a entrar muchísima agua. Uno a uno, distintos animales trataron de arreglarlo, peleándose incluso por ser los que salvaran el barco, pero ni siquiera la presa del castor pudo hacer nada. Empezaron a asustarse y pensaron que el barco se hundiría, pero entonces la abeja explicó a todos cómo ellas siempre trabajaban todas juntas y en equipo, cada una haciendo lo que mejor sabía, y todos comenzaron a organizarse y ayudarse: los pájaros tiraban todos juntos del barco hacia arriba, los elefantes y otros animales grandes llenaban sus bocas de agua para sacarla del barco, los más rápidos iban de acá para allá juntando materiales que los que construían nidos y madrigueras utilizaban para arreglar el boquete cada vez mayor. Así, todos trabajando, consiguieron frenar un poco el hundimiento, pero no pararlo. Desesperados, siguieron buscando si faltaba algún animal por ayudar. Buscaron y buscaron, pero en el barco no había nadie más. Pero de repente, un pez se coló en barco, y los animales se dieron cuenta de que ¡aún no habían pedido ayuda a todos los animales del mar! Pidieron al pez que buscara ayuda para salvar el barco, y acudieron peces y peces, y
hasta una gran ballena que terminó por cubrir el agujero mientras el resto de animales reparaban el barco. Y así fue como todos los animales se salvaron con la ayuda de todos.

Un centro educativo no es un arca de Noé. Allí todos los que conviven saben cuál es su misión. Lo que no pueden olvidar es la necesidad del trabajo conjunto. No podemos pensar en un centro como un grupo de islas y el centro constituye el archipiélago. Si fuera así tenemos que ir construyendo puentes y transformar el archipiélago en una Venecia perfectamente comunicada, aunque más bien debemos trabajar para que el Centro constituya un continente en el que todo fluye, todo se comunica y se actúa con la necesidad de mejorar la educación de alumnos y alumnas. Es para lo que se trabaja y es su finalidad. Si no la cumple a lo peor es porque es un perro de grafito con patas de goma que cualquier descuido pueda hacer borrar su propia existencia.

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